SIN NOTICIAS DE UNA CONFINADA

Sílvia Miras

Curso de Iniciación a la Fotografía (nivel 1)

8.39 h Llevo nueve horas durmiendo. Ya no aguanto más en la cama y necesito ir al baño. Me espera la misma rutina de cada día. Dejo que la alarma del móvil suene un par de minutos más y me levanto.

9.49 h Preparo el desayuno. Hoy, un par de tostadas. Les refriego medio tomate por encima y les echo un chorrito de aceite y un poquito de sal. Añado unas lonchas de jamón (del bueno) y, mientras, me preparo un café. Este es mi momento. ¡No existo para nadie!

10.15 h Es hora de ponerse a trabajar. El teletrabajo es el único modo que nos han dejado para cumplir con nuestras obligaciones. Se han acabado los cuchicheos con la compañera de la mesa de al lado, los líos en la oficina y los cafés (como muchas otras cosas) ahora se hacen en solitario.

17.36 h Hoy ha sido el turno de las magdalenas. Hay una locura colectiva por hornear en casa lo que hasta ahora comprábamos en el supermercado. Las existencias de harina y de levadura son escasas, pero ayer conseguí arrebatarle un paquete a una señora que estaba despistada y no controlaba su carrito.

20 h Hora de aplaudir. Todos los vecinos nos ponemos a aplaudir como si los sanitarios nos estuvieran oyendo. No sé quién lo ha puesto de moda, pero, si lo piensas bien, tampoco cuesta tanto. Estos cinco minutos están dedicados al personal sanitario que cuida de las personas que lo necesitan. ¡Gracias!

21 h Hora de descansar. Cervecita en mano, me dispongo a escuchar las noticias del día: ¿habrá bajado el número de infectados? ¿cuántos muertos habrá habido hoy? ¡Espero que menos que ayer! El señor de la chaqueta confirma los malos datos del día y nos anima a que continuemos portándonos como ciudadanos ejemplares y, por el bien de todos, ¡a quedarnos en casa!